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La pandemia de la COVID-19 y la salud mental de las mujeres

Es necesario promover cambios sociales que conduzcan a una sociedad libre de prácticas discriminatorias contra las mujeres
Judith Usall i Rodié
Dra. Judith Usall i Rodié
Psiquiatra Sénior del Centro de Salud Mental de Adultos de Cornellà. Coordinadora del grupo Etiopatogenia y Tratamiento de los Trastornos Mentales Graves
Parc Sanitari Sant Joan de Déu

La crisis social y sanitaria mundial que ha provocado la pandemia de COVID-19 ha comportado cambios importantes en todos los ámbitos de la vida de las personas. El confinamiento total de los primeros meses, y también el parcial que aún se aplica, ha hecho que todos, en mayor o menor medida, hayamos visto alterada nuestra manera de vivir.

Después de una gran crisis, la salud mental de la población acostumbra a empeorar. En el caso de la pandemia de la COVID-19, todos los estudios que se han llevado a cabo han constatado un claro empeoramiento en el estado psicológico general de la población.

En un artículo publicado en septiembre de 2020 que revisaba 62 estudios que abordaban este tema con un total de 162.639 participantes de 17 países se concluyó que, durante los meses de la pandemia, la prevalencia de la ansiedad era del 33 % y la de la depresión, del 28 %, y que los principales factores de riesgo de sufrir ansiedad y depresión eran los siguientes: ser mujer, trabajar en el ámbito de la enfermería, tener un bajo nivel socioeconómico, tener un alto riesgo de contraer la COVID-19 y el aislamiento social.  En cuanto a los factores protectores, destacaban los siguientes: disponer de información precisa y actual sobre la enfermedad y tener al alcance la atención médica adecuada (Luo et al., 2019).

En el presente artículo se reflexiona sobre alguna de las causas por las que las mujeres tienen un mayor riesgo de que su salud mental empeore en el contexto de la pandemia.

Algunas de las causas de este riesgo aumentado se asocian con las desigualdades y discriminaciones relacionadas con los estereotipos de género que sufren las mujeres en nuestra sociedad como, por ejemplo, la segregación masiva por género en muchos sectores profesionales, la distribución no equitativa (desigual) de las labores del hogar y del cuidado de personas dependientes y, por último, la más brutal manifestación de la desigualdad por sexo: la violencia machista o la violencia contra las mujeres por el mero hecho serlo.

Algunos de los colectivos profesionales más afectados por la pandemia y el confinamiento son mayoritariamente femeninos. Entre estos colectivos cabe destacar el de las personas que trabajan en el ámbito de la salud como, por ejemplo, enfermeras, médicos y médicas y otros profesionales de apoyo, así como en el ámbito de la educación y, muy especialmente, todas aquellas personas que trabajan en el cuidado de ancianos, tanto en centros residenciales como a domicilio. Algunos de estos trabajos, en especial los que tienen que ver con el cuidado de personas mayores, son asumidos por mujeres que tienen una situación de elevada precariedad profesional.

Desigualdad en las cargas familiares

Otro factor que también ha afectado y afectará en el futuro al bienestar emocional de las mujeres en esta situación de crisis mundial es la existencia de desigualdades en el reparto de las cargas familiares (principalmente en el tema de la atención a personas dependientes: menores, menores con problemas de salud mental o déficits cognitivos, personas mayores o enfermas...) y que ha provocado que las mujeres sean las que más han tenido que compaginar el teletrabajo con el cuidado de los hijos, atendiéndoles y ayudándoles con sus tareas escolares, así como con las tareas domésticas.

Las diversas medidas adoptadas para contener la pandemia han puesto de relieve las dificultades de las personas con hijos para conciliar la vida laboral, familiar y escolar. La mayoría de las veces son las mujeres las que se hacen cargo de atender a las personas dependientes, las que se ven obligadas a hacer doble jornada o incluso a abandonar su vida profesional. Todo ello ha generado poco descanso, agotamiento físico y emocional, y emociones de doble frustración por no poder llevar a cabo correctamente la propia actividad profesional ni ayudar a los hijos con las tareas escolares. 

En el caso de las familias monoparentales, este panorama se ha visto agravado, tanto para las madres que teletrabajan como para las que trabajan fuera de casa, y mucho más aún para aquellas que trabajan en el ámbito de la salud. 

Aumento del riesgo de las mujeres que sufren violencia machista

Una situación de especial gravedad es la de las mujeres que son víctimas de violencia por parte de su pareja.

El confinamiento implica en estos casos tener que convivir con el agresor las 24 horas del día, con las consecuencias que comporta para la salud mental vivir en una situación de amenaza constante de la que es imposible salir.

El riesgo de sufrir violencia psicológica en forma de intimidación y amenazas, así como violencia física y sexual, se incrementa inevitablemente debido a la propia situación de confinamiento, que suele conllevar de por sí un aumento en las tensiones familiares o de pareja, posibles pérdidas de trabajo y económicas y también mayor ansiedad a nivel individual.

Las rutinas se ven interrumpidas, lo que, para muchas de estas mujeres, significa no poder ponerse en contacto ni reunirse con amigos, familiares o profesionales que les proporcionen apoyo y protección. Hay una sensación de soledad y desesperanza porque algunas, aunque no denuncien a su pareja agresora, tienen pensado separarse o incluso puede que hayan iniciado el proceso legal y este se encuentre paralizado debido al confinamiento.

En lo que respecta a la violencia sexual, se ha confirmado que el incremento en el consumo de pornografía por parte de los agresores durante el confinamiento aumenta también el riesgo de cosificación de las mujeres en general y, como consecuencia, de la pareja en particular. De hecho, se ha constatado que durante los primeros meses de la pandemia hubo un aumento muy importante (más del doble) de las consultas por violencia machista en los distintos servicios de atención. También que durante el desconfinamiento, aumentaron mucho las denuncias por violencia física grave, así como los feminicidios.

Para mejorar la salud mental de las mujeres es necesario, por tanto, promover cambios sociales que conduzcan a una sociedad libre de prácticas discriminatorias contra las mujeres. Estos cambios deben de llevarse a cabo desde todos los ámbitos, especialmente desde el educativo: hay que educar a los niños y niñas en valores de igualdad. Asimismo, hay que cambiar los roles de género existentes y poner las tareas de cuidado y atención en el centro de la vida, tanto para los hombres como para las mujeres.

En lo que concierne a la atención de la salud mental, hay que reforzar la asistencia que se ofrece a las mujeres víctimas de violencia machista desde los centros de salud mental y adicciones para poder dar respuesta a las necesidades detectadas. Estas necesidades pueden abordarse desde los siguientes aspectos:

  • Alertando a los y las profesionales que trabajan con mujeres con trastorno mental de la elevada prevalencia de la violencia machista en este colectivo.
  • Informando de las conexiones existentes entre violencia y enfermedad mental.
  • Identificando situaciones de violencia machista en mujeres con trastorno mental desde los servicios de salud (especialmente la red de salud mental y adicciones).
  • Indicando las orientaciones que pueden guiar la actuación profesional posterior a la detección de un caso de violencia machista.
  • Abordando el tratamiento y el seguimiento de los casos de violencia machista que lo necesiten.
  • Mejorando la coordinación con otros profesionales y los recursos de los ámbitos sanitario, social y comunitario.

Acabo con una cita de Simone de Beauvoir que nos interpela a todos y, especialmente, a las mujeres:

«No olvidéis nunca que bastará con una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca pueden darse por adquiridos. Deberéis permanecer alerta durante toda vuestra vida»

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 16 de Diciembre de 2020
Última modificación: 16 de Diciembre de 2020
Judith Usall i Rodié

Dra. Judith Usall i Rodié

Psiquiatra Sénior del Centro de Salud Mental de Adultos de Cornellà. Coordinadora del grupo Etiopatogenia y Tratamiento de los Trastornos Mentales Graves
Parc Sanitari Sant Joan de Déu
Bibliografía
Luo, M. , Guo, L. , Yu, M. , Jiang, W. & Wang, H. (2020). The psychological and mental impact of coronavirus disease 2019 (COVID-19) on medical staff and general public – A systematic review and meta-analysis. Psychiatry Research , 291 https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7276119/

La crisis sanitaria, social y económica provocada por la COVID-19 está teniendo impacto en la salud mental de toda la población, pero las mujeres tienen un mayor riesgo de que su salud mental empeore en el contexto de la pandemia. Hay diversos factores que influyen en este riesgo: las desigualdades y las discriminaciones en el ámbito profesional, la carga de las responsabilidades familiares y de cuidado y la violencia contra las mujeres.

Para mejorar la salud mental de las mujeres es necesaria la promoción de cambios sociales que erradiquen las prácticas discriminatorias contra las mujeres en todos los ámbitos.