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Artículo

Qué es un buen trato en la infancia y cuáles son los derechos de los niños y niñas

Una revisión sobre las siete necesidades básicas de los más pequeños
Montserrat Esquerda

Dra. Montserrat Esquerda Aresté

Pediatra
Sant Joan de Déu Terres de Lleida
Bon tracte infancia

La consideración de los niños y niñas como sujetos de protección y de derechos ha sido uno de los grandes avances del último siglo, marcando un cambio profundo en la forma en que la sociedad entiende y valora la infancia. Este reconocimiento debe garantizar que los niños y niñas sean tratados no solo como seres vulnerables que necesitan protección, sino también como individuos con derechos propios, incluido el derecho a la educación, la salud, la participación y una vida digna . 

El desarrollo de los derechos de los niños y niñas ha sido un proceso progresivo que se ha consolidado durante el siglo XX. Históricamente, los niños y niñas eran vistos como propiedad de sus padres, sin derechos propios ni reconocimiento explícito y compartido de sus necesidades. Un momento clave en este desarrollo fue la creación de la Declaración de los Derechos del Niño por la Sociedad de Naciones en 1924, que estableció los primeros principios de protección infantil. Este proceso culminó con la adopción de la Convención sobre los Derechos del Niño por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1989. Esta Convención, ratificada por casi todos los países del mundo, reconoció a los niños y niñas como sujetos activos de derechos, incluyendo el derecho a la educación, la salud, la participación y la protección contra el abuso y la explotación.

La Convención subraya la responsabilidad colectiva de las familias, las instituciones y los gobiernos para garantizar el bienestar físico, emocional y social de los niños y niñas, asegurando un desarrollo integral y respetuoso. Estas diferentes metas han sido fundamentales para fomentar la responsabilidad colectiva de proteger a los más pequeños, especialmente de todos los profesionales que trabajan con ellos, y asegurar que puedan desarrollarse en entornos seguros y respetuosos, reconociéndolos como miembros activos de la sociedad con capacidades y derechos a defender y promover.

Esta perspectiva requiere dos miradas diferenciadas, como dos caras de una misma moneda: por un lado hace falta una sociedad comprometida en la prevención, la detección precoz y el correcto abordaje del maltrato y abuso infantil, pero por otra parte se requiere una sociedad que, más allá del maltrato, promueva el buen trato a los niños y niñas, fomentando relaciones positivas, cariñosas y respetuosas entre los adultos, otros niños y el entorno. 

Esto implica crear entornos familiares y sociales que ofrezcan apoyo emocional, desarrollo saludable y respeto por los derechos de los niños, destacando valores como la empatía, la comunicación y el cuidado. Mientras que la prevención, la detección y el abordaje se centran en evitar y responder al maltrato, la promoción del buen trato pretende sentar las bases para un crecimiento saludable y armónico de los niños y niñas en todos los ámbitos de su vida.

Niña en actitud melancólica

Hacia una infancia libre de violencia

Una premisa fundamental a tener en cuenta al hablar de buen trato es que este está intrínsecamente relacionado con el buen desarrollo de los más pequeños, pues «el desarrollo humano no está garantizado únicamente por nuestra herencia genética, sino que depende en gran medida de la interacción con el entorno». Esto implica que, a diferencia de otras especies, los seres humanos no desplegamos nuestras capacidades potenciales como un hito evolutivo que se dé de forma espontánea o genéticamente predeterminada, sino que requieren una estimulación adecuada y una interacción positiva con el entorno para alcanzar su máximo potencial. En este sentido, las personas solo pueden alcanzar todo su potencial si se encuentran en un entorno favorable y mantienen interacciones adecuadas con su entorno.

Mientras que los genes proporcionan una base biológica, factores como el entorno familiar, la educación, las experiencias sociales y las oportunidades disponibles juegan un papel crucial a la hora de moldear el desarrollo humano. El entorno o las relaciones familiares pueden favorecer o limitar el potencial de una persona, hecho que demuestra que el desarrollo es un proceso complejo que va más allá de la genética.

Como comenta la Academia Americana de Pediatría, «las familias son la influencia más central y duradera en la vida de los niños y niñas. Los padres también son fundamentales en el cuidado pediátrico. La salud y el bienestar de los más pequeños están intrínsecamente vinculados a la salud física, emocional y social de sus padres, a las circunstancias sociales y las prácticas de crianza».

¿Qué necesitan los niños y niñas?

Los niños y niñas son altamente dependientes del entorno durante un período largo, muy largo, y éste debe poder proveer las necesidades básicas, no solo físicas sino también emocionales o relacionales. La forma y la calidad con que estas interacciones se llevan a cabo serán determinantes para que cualquier persona se pueda desarrollar en plenitud. Estas necesidades incluyen también el soporte social, la socialización y las habilidades para la vida. La autoestima de los más pequeños se desarrolla al ser cuidados, queridos y valorados, y al sentirse parte de una unidad social que comparte valores, se comunica de forma abierta y proporciona compañía. Las familias transmiten e interpretan valores a sus hijos y con frecuencia actúan como enlace con el mundo exterior, especialmente durante los primeros años de vida. Aunque las escuelas ofrecen educación formal, son las familias las que deberían enseñar a los niños cómo desarrollarse en el mundo.

De hecho, la cuestión sobre qué implica exactamente el buen trato y las buenas prácticas a fomentar se planteó institucionalmente en Estados Unidos. Por eso, se encargó un estudio a dos de los expertos más destacados del país a principios de los años 90: Por eso, se encargó un estudio a dos de los expertos más destacados del país a principios de los años 90:  el Dr. Brazelton, pediatra reconocido por sus pioneros estudios sobre el desarrollo de los bebés, y el Dr. Greenspan, eminente psiquiatra infantil, con la colaboración de la American Academy of Pediatrics (AAP) y la American Academy of Child and Adolescent Psychiatry (AACAP). El objetivo era desarrollar una guía basada en evidencias sobre las necesidades básicas de los niños y niñas y las mejores prácticas para su desarrollo físico, emocional y social.

De esta investigación surgió un texto que destaca por la claridad y sencillez de sus aportaciones, resumiendo de forma efectiva las necesidades básicas de los niños y niñas. El texto se titula: Las necesidades básicas de los niños: todo lo que cada niño necesita para crecer, aprender y vivir. Los autores identifican siete necesidades básicas que deben ser satisfechas para que se pueda considerar que un niño recibe un buen trato. Cuando estas necesidades están cubiertas, proporcionan a los más pequeños la base necesaria para el desarrollo de sus capacidades intelectuales, sociales y emocionales, facilitando así que puedan alcanzar el máximo de su potencial.

Las necesidades básicas del niño según Greenspan y Brazelton:

Relaciones constantes de cuidado

Esta es la primera y más fundamental de las necesidades: el establecimiento de relaciones afectivas estables y seguras. Sentirse querido y cuidado de forma constante y especial es lo más importante para el desarrollo emocional e intelectual. Bronfenbrenner decía que «todo niño necesita al menos un adulto que esté completamente loco por él».  

Cada bebé necesita una relación cálida con sus cuidadores principales durante varios años (no solo meses ni semanas). La afectividad es la base de un desarrollo saludable y es esencial garantizarla por encima de la formación cognitiva precoz, el juego. Los bebés, niños pequeños y niños en edad preescolar necesitan interacciones de cuidado durante la mayor parte del tiempo en el que están despiertos. Para el desarrollo, el niño requiere vínculos seguros y estables, que aporten amor, pero también pautas, rutinas, estímulos y hábitos, con coherencia y consistencia.

Como afirma Brazelton: «no podemos experimentar emociones que nunca hemos tenido, no vamos a conocer la consistencia y la intimidad del amor estable si no hemos tenido esta experiencia con alguien en nuestra vida». El niño que ha sido comprendido y querido será capaz, a su vez, de comprender y querer.

Protección física, seguridad y reglamentación

Desde el momento en que se encuentran en el útero hasta el final de la infancia, los niños y niñas necesitan un entorno que les proporcione protección tanto del daño físico como psicológico, evitando la exposición a la violencia, a sustancias tóxicas o a la hipersexualización. Otro tipo de violencia, más sutil pero igualmente dañina, es la que los niños perciben a través de los medios de comunicación, ya sea en televisión, redes sociales o videojuegos. Esta exposición constante a contenidos violentos puede desensibilizar a los niños y niñas frente a la violencia real, influir en su comportamiento y generar ansiedad o miedo.

Por tanto, es fundamental crear espacios seguros para ellos, tanto físicos como digitales, donde puedan crecer alejados de estos estímulos nocivos, asegurando así un desarrollo saludable en todos los ámbitos de su vida.

Experiencias de acuerdo con las diferencias individuales

(Este texto es una traducción y resumen del texto original)

Cada niño o niña tiene un temperamento único, que se puede definir como un patrón innato de emociones y de reactividad ante situaciones, propio de cada persona. El temperamento se manifiesta desde muy pequeños, incluso de forma intrauterina, e incluye aspectos como la capacidad de adaptación, el estado de ánimo, la intensidad de las reacciones o la regularidad.

El temperamento es un factor muy estable que influye en cómo se eligen actividades, en las respuestas ante situaciones, ante el estrés, y en cómo afecta al entorno. A menudo, los padres tienen dificultades para aceptar y adaptarse al temperamento propio de sus hijos, como niños más movidos o más tímidos. Adecuar las experiencias a la naturaleza de cada niño puede evitar problemas de aprendizaje y conducta, mejorando su desarrollo.

Experiencias apropiadas al nivel de desarrollo 

Más allá del temperamento y la edad, cada niño tiene un ritmo propio de evolución y aprendizaje. Los niños necesitan cuidados adaptados a la etapa de desarrollo en la que se encuentran, más allá de su edad cronológica.  

Es importante también adecuar las expectativas al nivel del niño, teniendo en cuenta si presenta dificultades o algún tipo de discapacidad. Las expectativas poco realistas sobre lo que puede hacer un niño en general, o alguno en particular, pueden dificultar su desarrollo.

Fijar límites, estructuras y expectativas

Los niños y niñas requieren estructura y disciplina. Necesitan disciplina que les conduzca a fijar interiormente sus propios límites, canalizar su agresividad y buscar la solución pacífica de los problemas. La tarea del adulto es ayudarles en ese objetivo. Como comenta Brazelton, «la disciplina es la segunda cosa más importante que los padres pueden dar a sus hijos; la primera es, por supuesto, el amor».

Los niños requieren mucho más que simples etiquetas; necesitan que se les establezcan expectativas claras y positivas. Es esencial que los adultos que les rodean crean firmemente en su potencial, pero al mismo tiempo comprendan y acepten sus debilidades. Este enfoque amplio es fundamental para fomentar un crecimiento y un desarrollo saludables. 

Comunidades y culturas estables de apoyo

Cómo dice un proverbio africano: «para educar a un niño hace falta toda una tribu". Así pues, para promover un buen trato a un niño o niña se necesita toda una sociedad. Nuestra sociedad ha avanzado mucho en la protección de los niños, pero al mismo tiempo todavía hay aspectos a mejorar, como los hábitos de vida saludables (obesidad, alimentación procesada, sedentarismo), la convivencia (bullying, presión escolar y extraescolar) y la convivencia familiar (tiempo compartido, comunicación, tolerancia a la frustración).

Otros de los grandes retos son la interculturalidad y la integración. Los niños necesitan crecer en comunidades estables, no solo en la familia, sino también en un entorno social amplio. Esto implica una continuidad de valores entre la familia, las amistades y la sociedad, y un respeto por la diversidad. Los problemas pueden surgir cuando los valores familiares y sociales divergen mucho. 

Protección de futuro

Un niño o niña necesita sociedades con perspectivas de futuro. Este punto estaría relacionado con la protección del entorno, la naturaleza y los recursos del planeta. Nakajima, cuando fue director de la OMS, afirmaba: «nunca hemos sido tan interdependientes como ahora. Es necesario movilizar colectivamente nuestras energías y recursos para afrontar los nuevos problemas del planeta que ponen en peligro nuestra supervivencia».

Así pues, la protección a la infancia sería también la protección del entorno en el que se desarrollan, tener un planeta en el que puedan vivir, desarrollar su potencial y dejar a sus propios hijos y nietos.

El buen trato a la infancia es esencial para garantizar un desarrollo integral de los niños y niñas, más allá de la protección contra el maltrato. Los niños y niñas necesitan relaciones afectivas estables, entornos seguros, experiencias adecuadas a su desarrollo y unas expectativas realistas que promuevan su crecimiento físico, emocional y social. El papel de la familia, junto con una comunidad que ofrezca soporte y valores consistentes, es clave para fomentar el bienestar infantil. Además, es necesario reconocer las diferencias individuales de cada niño y adaptar las experiencias para evitar problemas futuros de conducta o aprendizaje.

Finalmente, la promoción del buen trato también implica una responsabilidad colectiva en la protección del futuro de los niños y niñas, no solo en términos inmediatos sino también para garantizar un planeta donde puedan desarrollarse plenamente. Esto incluye la protección del entorno natural y la adopción de hábitos de vida saludables que aseguren una calidad de vida adecuada para las futuras generaciones. Solo con esta visión global podremos garantizar que los niños puedan crecer en un mundo que les permita alcanzar todo su potencial.