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El mito de la generación de cristal

Escuchar y acompañar a las personas jóvenes sin juzgarlas
Núria Bou Andrés, psicóloga en Cooperativa d'Iniciativa Social Quàlia

Núria Bou Andrés

Psicóloga especializada en dificultades del lenguaje y trastornos del aprendizaje
Cooperativa d’Iniciativa Social Quàlia
Grupo de jóvenes en manifestación.

Resumen

El llamado «mito de la generación de cristal» surge de la percepción errónea de que los jóvenes son más débiles, cuando en realidad enfrentan un mundo más complejo y rápido que impone muchas exigencias. La creciente visibilidad del malestar emocional juvenil no es señal de debilidad, sino de madurez y valentía para enfrentar y nombrar sus emociones. Las redes sociales agravan problemas de autoestima y comparación, mientras la presión académica y laboral aumenta la incertidumbre sobre el futuro. Pedir ayuda es un acto valiente y romper con el silencio histórico del sufrimiento emocional es fundamental para el cambio. Es esencial promover una sociedad que escuche y acompañe a los jóvenes en lugar de juzgarlos, creando espacios de apoyo y validación.
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«Los jóvenes de hoy en día no aguantan nada». «Es que se ahogan en un vaso de agua». «Están demasiado mimados». «Viven como reyes». La juventud oye estas frases a menudo en su día a día, en conversaciones informales, en las redes sociales o, incluso, en espacios educativos y laborales; y a menudo vienen acompañadas de un diagnóstico social rápido: «Es que son una generación de cristal».

Pero cuando acompañas de cerca los malestares con los que conviven muchas personas jóvenes, este discurso se desmonta solo. No es que sean más débiles, lo que pasa es que viven en un mundo cada vez más complejo, más rápido, con muchos estímulos, con muchos cambios y con menos espacios donde poder ser sin filtros ni exigencias. Un mundo en el que a menudo no tienen tiempo de respirar, de equivocarse o de construir su identidad sin temor a ser juzgados.

El malestar emocional juvenil no es nuevo, lo que sí que lo es que ahora hay más conciencia, más palabras y más ganas de entenderlos. Todo lo que antes se escondía con el silencio ahora sale a la luz. Y esto no es un síntoma de debilidad, sino una muestra de madurez emocional y de valentía.

Jóvenes en actitud jovial

La dictadura de la felicidad constante

El contexto que no se ve: una sociedad compleja y exigente

Cuando hablamos del malestar emocional de las personas jóvenes, a menudo olvidamos una cosa fundamental: no podemos entenderlos sin tener en cuenta el contexto en el que viven (social y cultural). No es que la generación actual tenga menos recursos, sino que vive inmersa en una realidad más compleja, más inestable y con menos garantías de futuro.

La presión académica empieza a edades cada vez más tempranas y aumenta durante la adolescencia, con itinerarios educativos marcados por la competitividad, la obsesión por el rendimiento y las buenas notas. A esto se suma una precariedad laboral que genera mucha incertidumbre, dificultades de emancipación, una fijación en la productividad y una pérdida de confianza en el sistema. ¿Cómo pueden imaginarse un futuro cuando el presente ya es un reto diario?

Todo lo que antes se escondía con el silencio ahora sale a la luz. Y esto no es un síntoma de debilidad, sino una muestra de madurez emocional y de valentía.

Las redes sociales se han convertido en un espacio donde se juegan la autoestima y la imagen. A pesar de que pueden ser herramientas de conexión, también pueden actuar haciendo que surja la comparación, la presión estética y el sentimiento de no ser suficiente. Y a menudo, cuando las emociones estallan, el mensaje que reciben es que exageran, que dramatizan o que no tienen motivos reales para estar mal.

Pero la realidad es que sí que tienen motivos. Muchos. Y aunque no siempre los puedan expresar con claridad, su malestar está presente: la carencia de espacios de seguridad, el miedo de fallar, el aislamiento emocional y un sistema que a menudo les exige mucho, pero les acompaña poco.

El valor de pedir ayuda

En una cultura en la que se ha glorificado la autosuficiencia y la resistencia silenciosa, pedir ayuda sigue siendo un acto radical. Especialmente para los jóvenes, que a menudo se encuentran atrapados entre el deseo de mostrarse fuertes y la necesidad profunda de ser escuchados.

Cuando un joven dice «no puedo más», «no sé qué me pasa», «necesito hablar con alguien», no está mostrando debilidad. Está dando un paso muy importante. Está rompiendo un silencio que ha hecho mucho daño durante mucho de tiempo. Dice basta a una normalización del sufrimiento que les ha obligado a aguantar solos. Cuando se sienten escuchados desde el respeto, sin juicios ni paternalismos, los jóvenes recuperan la capacidad de poner nombre a lo que sienten y empiezan a transitarlo. Y eso, en muchos casos, es más transformador que cualquier consejo o solución rápida.

Escucha empática

Pautas para practicar la escucha empática

Pero debemos tener en cuenta que no todos los jóvenes tienen las mismas condiciones para pedir ayuda ni la misma facilidad de acceder a ciertos recursos. Las barreras sociales, económicas y culturales pueden hacer que este paso sea todavía más difícil. Por eso, como sociedad, tenemos el reto de fomentar la creación de espacios accesibles, acogedores y sin estigma, donde cuidarse no sea visto como una derrota, sino como una forma de resistencia y autoconocimiento.

El estigma sigue vivo (y afecta a los jóvenes)

A pesar de los avances en sensibilización, el estigma en salud mental sigue pesando, especialmente cuando quien expresa el malestar es una persona joven. Todavía hoy en día, cuando una persona adolescente o joven dice que se siente mal, a menudo recibe una respuesta como «ya se te pasará», «esto es cosa de la edad», «no tienes motivos para estar así». Estas respuestas no solo no ayudan, sino que todavía intensifican más la sensación de soledad e incomprensión. También nos encontramos a menudo que el estigma no viene del exterior, sino que ya se ha interiorizado. Aquí es cuando hablamos de autoestigma: jóvenes que sienten vergüenza de estar tristes, que piensan que no tienen derecho a sentirse mal porque «hay gente que está peor». Esta autoexigencia silenciosa puede ser muy dura y causar mucho sufrimiento.

Tenemos la oportunidad y la responsabilidad de cambiar la manera como miramos el malestar de los jóvenes: escuchar en lugar de juzgar, acompañar en lugar de corregir y confiar en lugar de ridiculizar.

Es por este motivo que es importante ofrecer miradas que validen y crear espacios donde se puedan expresar libremente. Cuando una persona joven ve que no está sola, que lo que le pasa tiene sentido, que no es la única que se siente así y que pedir ayuda no la hace menos válida, se empieza a reconstruir una relación con ella misma más amable, más honesta y menos marcada por el juicio propio.

Cambiar el foco: de la queja a la comprensión

Es muy fácil caer en el juicio rápido. Ante un joven que se muestra irritable, apático o que expresa su malestar de manera intensa, la tentación de la mayoría de las personas es pensar que «se queja demasiado», que «está buscando atención» o que «le falta madurar». Pero este tipo de reacciones dicen más de la dificultad de quien escucha para sostener la emoción ajena que no de lo que realmente necesita quién tenemos delante.

¿Y si en vez de juzgar, preguntáramos qué le pasa?, ¿que necesita? ¿Y si en vez de corregir, escucháramos? ¿Y si entendiéramos que muchas conductas son maneras de pedir ayuda?

Los jóvenes no son una generación frágil, son una generación que se atreve a poner nombre a lo que siente y que no se conforma en repetir esquemas que ya no funcionan.

Cambiar el foco implica entender que no todos los malestares son patológicos, pero todos merecen ser escuchados y que, a menudo, el simple hecho de sentirse reconocido, validado y acompañado puede marcar la diferencia. Esto es un reto colectivo que implica a escuelas, instituciones, medios de comunicación, familias, profesionales y a toda la sociedad. Los jóvenes tienen derecho a crecer en un entorno que no solo los exija, sino que también los sostenga.

Aprender de los jóvenes a...

  • Poner nombre a lo que sentimos: poder hablar abiertamente de las emociones que sentimos y no reprimirlas como generaciones anteriores a las suyas. El hecho de poner palabras al malestar es un primer paso para entenderlo y transitarlo.
  • Pedir ayuda: asumir que tenemos límites y que no siempre podemos con todo, que pedir apoyo no es una muestra de debilidad, sino una manera de cuidarse.
  • Cuestionar el sistema: no aceptar las cosas porque «siempre se han hecho así», sino poner en entredicho las normas, los discursos y las estructuras establecidos. La mirada crítica de las cosas es el motor de cambio de la sociedad actual.
  • No conformarnos: buscar el sentido en las cosas que llevamos a cabo y no conformarnos.
  • Romper el silencio: romper tabúes sobre las cosas que nos hacen daño, sobre lo que nos pesa, lo que nos incomoda, etc. Hacer visible lo que otras generaciones han callado durante mucho tiempo.
  • Cuidarse colectivamente: entender que el bienestar es una responsabilidad compartida. Crear vínculos, redes y espacios de apoyo mutuo que sirvan para cuidarnos y cuidarse.
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Conclusión

En conclusión, los jóvenes de hoy en día no son una generación frágil, son una generación que se atreve a poner nombre a lo que siente, que busca sentido en medio del ruido y que no se conforma a repetir esquemas que ya no funcionan; y todo esto requiere valentía, conciencia y una gran capacidad de autocrítica.

Como profesionales, familias, educadoras, profesorado, etc., tenemos la oportunidad y la responsabilidad de cambiar la manera como miramos su malestar: tenemos que escuchar en lugar de juzgar, acompañar en lugar de corregir y confiar en lugar de ridiculizar.

Las personas jóvenes necesitan que estemos a su lado mientras aprenden a buscar estrategias para afrontar los retos con los que se van topando en su día a día, a su manera y a su tiempo. Y todo esto solo será posible si dejamos de minimizar su malestar y empezamos a preguntarnos de qué manera podemos contribuir a que estén mejor.

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