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Pensadoremi, ingeniero y usuario de la red de salud mental

«Necesitamos competencias que nos conduzcan más allá de nuestras dificultades»

testimonio entorno laboral

Mi primer contacto con la salud mental lo viví en la propia universidad. Era y soy una persona que trata de hacer bien su trabajo. Escogí una carrera de ingeniería que resultó ser masiva. Lo que aprendí en su momento fue en su mayoría memorístico, muy desconectado de las competencias personales y profesionales reales y necesarias para el ejercicio de la profesión. En ese contexto, nació en mí una necesidad imperiosa de tratar de sacar la cabeza del agua, de no ahogarme entre tantos alumnos.

La presión por llegar a acabar la carrera, ver que me faltaban competencias, dificultades en las relaciones sociales, la crisis económica que había en el momento… Todo ello me llevó a vivir mi primer brote psicótico.

Lo mantuve oculto excepto a mi círculo más próximo, así que los últimos años de universidad implicaron seguir lidiando con la presión propia de la carrera, además de cuidarme, hacer frente a mi trastorno, a mi mundo alternativo, a la medicación y a las dificultades para relacionarme con los demás. Ahora veo que el sobretrabajo, la ansiedad y la presión no son buenos compañeros. Que debemos anticiparnos y que, sobretodo, el verdadero aprendizaje no viene tanto de las aulas como de la experiencia.

Las ganas de seguir peleando me ayudaron a recuperarme de aquel primer obstáculo en la universidad y pude terminar la carrera en el tiempo establecido. Incluso me independicé y me fui a cursar el último curso año en el extranjero, dispuesto a aprender y con libertad para elegir mi plan de estudios. Fue un año de empoderamiento, en un país que, sentía, era individualista. Todo fue realmente intenso, por resumirlo en una palabra. Sin embargo, allí fui consciente de otro gran error del sistema educativo: la orientación solamente a objetivos funcionales.

La cultura de allí no fomentaba el lenguaje empático y eso alimentó, todavía más, mi individualismo, hasta hacerse difícil el trato con los demás. Mientras que yo me esforzaba al límite en ser responsable, mis carencias interpersonales me cerraban puertas sin darme cuenta.

Se me hacía difícil enfrentarme y gestionar todo lo que iba ocurriendo, hasta que finalmente volví a caer en la misma situación que precedía mi viaje al extranjero: crisis psicótica, ansiedad y aislamiento.

Fue entonces cuando hice un parón para replantearme mis valores y los del sistema que me rodeaba: ¿Se puede comunicar eficazmente, pero de forma empática? ¿Qué son las personas más que nada: emoción o razón? ¿Si alguien tiene un mal día, es por mi o yo lo interpreto así?  ¿Tengo que resolver todos los problemas de mi entorno? ¿Cómo puedo equilibrar el ser asertivo con los demás y al mismo tiempo cuidarme a mí mismo? Son preguntas y un proceso de aprendizaje constante en el que sigo hoy en día.

Finalmente volví a España y, actualmente, teletrabajo. Mi trabajo me permite gestionar el tiempo, me proporciona más autonomía y menos ansiedad, dispongo de espacio para reflexionar sobre temas más complejos y ello reduce la probabilidad de conflictos a nivel interpersonal. Conozco un oficio, tras todo el esfuerzo realizado, y mi salario me permite costearme la adquisición de nuevas competencias y aprendizajes. Y, sobre todo, tengo unos indicadores de sobretrabajo que me animan a equilibrar constantemente para no recaer en nuevas crisis.

En mi empleo actual se potencia desde la dirección que haya un buen ambiente de trabajo, se valora a la persona como tal, desde la potencialidad y también con su vulnerabilidad. Poder compartir mis dificultades con mi jefe y la buena respuesta por su parte, facilitan que pueda sentirme a gusto y seguro en el trabajo y desarrolle todo mi potencial en él.

El aprendizaje que he extraído de mi experiencia personal es que es necesario empoderarse y poder tomar decisiones importantes, y para ello necesitamos habilidades, capacidades y competencias que, sobre todo, nos conduzcan más allá de nuestras dificultades.

Para ello, es necesario que el sistema educativo ofrezca, ya a edades tempranas, herramientas de gestión emocional, promueva el trabajo en equipo, la ayuda mutua, la asertividad y la empatía. En el futuro, serán personas adultas que podrán hacer una mejor gestión de los conflictos en el ámbito educativo y laboral, teniendo así una mejor salud mental. Estas futuras personas adultas contribuirán a un cambio en la cultura laboral, creando espacios de trabajo más amigables y humanizados, con menor competitividad, y con el cuidado de la salud mental de todos sus trabajadores como valor. Contribuirán también a cambiar las políticas laborales para alinearlas con los nuevos valores y así, entre todos, crear una sociedad más saludable para todos. Porque adaptar los entornos laborales y hacerlos más humanos, repercutirá positivamente en la salud mental de cualquier persona, no solo en la de aquellas que ya tienen una problemática previa.

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 19 de Noviembre de 2021
Última modificación: 30 de Enero de 2024

Sabemos que 6 de cada 10 personas con una problemática de salud mental en edad laboral está en el paro, y que la mitad de las que trabajan se encuentran con actitudes discriminatorias como burlas, insultos, menosprecio, evitación o rechazo.  Es por ello que el 50% de las personas con un problema de salud mental lo oculta en su lugar de trabajo, y algunas llegan a buscar otro trabajo o incluso dejan de trabajar. Una de las razones de esta difícil situación laboral es el estigma y la discriminación que aún hoy existen en el ámbito laboral, pero no es la única. Unos sistemas educativos y laborales que priman la competitividad entre las personas acaban generando espacios laborales poco sensibles o acogedores, menos humanizados, más hostiles.

Pensadoremi nos comparte su experiencia en el ámbito de la educación y el trabajo, conviviendo con un problema de salud mental, y lo hace de forma anónima. Su experiencia puede ser compartida por muchas personas, también por aquellas que no han sido diagnosticadas de problemáticas de salud mental, pero el temor a actitudes discriminatorias o incluso la pérdida del empleo, le lleva a ocultarlo en su puesto de trabajo.