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Xevi Huguet
Afectado de TDAH y padre de un niño con TDAH

«Lo que más me hace sufrir de mi hijo es que no ve nunca peligro en ninguna parte»

Xevi Huguet i Aniol

Aniol es un niño de once años «intenso, insistente, enérgico, impulsivo, social y sensible», tal como lo describe su padre, Xevi Huguet. Con cinco meses empezó a gatear, con nueve empezó directamente a correr y cuando tenía dos años aprendió a nadar solo y subió su primera cumbre: el Matagalls. «A medida que iba pasando el tiempo y que se iba haciendo mayor, era más movido, no tenía noción de los peligros, se subía a todas partes (muros, piedras, árboles), iba en bicicleta muy rápido sin frenar... Cuando empezó la escuela, en P3, se mordía los cuellos y puños de las camisetas, no estaba nunca sentado, llevaba golpes en todo el cuerpo, se escapaba, hablaba muy alto y muy deprisa, y esto le hacía tartamudear», recuerda su madre, Meritxell Verdaguer.

Todas estas señales les indicaron que Aniol podía tener algún problema, y Xevi, diagnosticado de TDAH ya de muy pequeño, vio que su hijo podía tener también este trastorno: «Encajaba todo: la manera como reaccionaba ante los peligros, la manera como gestionaba su nervio, la dificultad para concentrarse y para estar sentado...y me recordaba mucho a mí».

Y, efectivamente, cuando tenía seis años, llegó el diagnóstico de TDAH y, con él, las estrategias y el tratamiento para facilitarle el día a día. Continúa sin tener miedo y no ve nunca peligro en ninguna parte, una característica que hace sufrir mucho a sus pares; le cuesta prever las cosas, concentrarse, estar sentado mucho rato, pero, «a medida que se ha ido haciendo mayor, y con la ayuda de la medicación, Aniol cada vez se sabe controlar más», asegura Xevi.

La manera como reaccionaba ante los peligros, la manera como gestionaba su nervio, la dificultad para concentrarse y para estar sentado me recordaba mucho a mí.

Con la psicóloga, Aniol hace un trabajo de reeducación para controlar esta impulsividad y otros aspectos que le dificultan la vida. Y la medicación, nos explican los padres, «ha supuesto un cambio muy positivo para él y para todas las personas que le queremos». A pesar de que en un inicio fueron reticentes a ella, ahora ven que «no ha cambiado en absoluto su esencia, continúa siendo un niño abierto, social, activo, pero de otro modo, con más facilidad para ir avanzando».

Vivir y crecer con TDAH

Las rutinas y dinámicas familiares con un niño con TDAH a menudo se tienen que adaptar a sus necesidades y carencias. Así lo ejemplifican Xevi y Meritxell: «Cuando Aniol era pequeño, no íbamos nunca a los parques, porque eran lugares con muchos niños y potencialmente peligrosos. Tampoco le dejábamos ir a casa de los amigos, y siempre preferíamos que vinieran a la nuestra. Y a la hora de dejar a nuestros dos hijos con los abuelos, lo hacíamos por separado, porque los abuelos acababan agotados. Ah, y de ir al cine, a la biblioteca o a un museo, ni hablar hasta que Aniol ha sido más mayor». 

En cuanto a la escuela, «por suerte, Aniol ha tenido maestras que lo han entendido muy bien y lo han sabido llevar», nos explican. Aun así, hay algunos aspectos para los cuales todavía necesita un apoyo. «Él se cansa rápidamente de las actividades y necesita levantarse. También necesita tener la planificación del día cada mañana, saber qué hará en cada momento. Y le cuesta mucho hacer los deberes por la tarde, que es cuando está más agotado de trabajar, y lo que necesita es quemar, jugar a fútbol, correr. Este es uno de los momentos más complicados».

Aniol se cansa de las actividades y necesita levantarse a menudo. Y por la tarde le cuesta mucho hacer los deberes, porque necesita correr, quemar, jugar a fútbol.

La impulsividad es una de las características principales de este trastorno, que a menudo comporta no detectar el peligro en algunas acciones o situaciones. «Nos ha hecho sufrir mucho, desde que nació y hasta el día de hoy. Un sufrir constante porque no se haga daño, que no lo atropellen. Y supongo que nos hará sufrir aunque tenga treinta años», prevén sus progenitores. Por otro lado, uno de los aspectos que ven como una batalla perdida es la facilidad de Aniol para perderlo todo: jerséis, chaquetas, fiambreras...

Falta de información y de conciencia social

A menudo, la actitud de los niños con TDAH es vista desde fuera como una señal de mala educación, y los padres aguantan miradas inquisidoras hacia ellos, que los juzgan por el comportamiento de su hijo. «Nos hace mucho daño cuando otros padres, sobre todo cuando no lo conocen, hablan mal de Aniol» –confiesan– «pero, por suerte, tenemos un entorno social muy extenso que nos ha ayudado muchísimo, y Aniol es un niño que se hace querer mucho por su carácter y su manera de ser.

Y es que hay personas que no entienden muy bien qué quiere decir esto de tener TDAH, un trastorno que va mucho más allá de «ser una persona movida». Xevi, que ha pasado por todo esto antes, lo sabe muy bien: «Mi hijo es incapaz de estar sentado cinco horas en una silla, no puede, es imposible, y le es muy difícil hacer actividades que requieran estar quieto y concentrado. Hay bastante desconocimiento sobre el TDAH». Por eso, los padres del Aniol reivindican que se tome conciencia sobre estas realidades y que puedan cambiar algunas dinámicas en los centros educativos para que todos los alumnos puedan encajar y desarrollarse como personas.

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 19 de Diciembre de 2022
Última modificación: 30 de Enero de 2024