La mayoría de mujeres presenta algún tipo de miedo durante la gestación y, por lo tanto, preocuparse durante el embarazo es algo muy común. Podemos tener miedo a muchas cosas; a que le pase algo malo al bebé, miedo al cambio que va a experimentar nuestra vida, nuestro cuerpo, miedo a cómo va afectar a la pareja, al trabajo… Además, a las mujeres con estilos de personalidad muy perfeccionistas, autoexigentes y con gran necesidad de control, les puede resultar muy difícil transitar el embarazo aceptando que probablemente se encuentran frente al evento vital más importante de sus vidas y que no lo pueden controlar.
Si ya estás embarazada y todo está yendo bien, aparte de cuidarte y seguir los controles no hay mucho más que puedas hacer porque el embarazo va solo. Intenta soltar un poco el control y confiar en tu cuerpo.
También, en muchas ocasiones, a todo el miedo se le suma la culpa y la presión social por no estar disfrutando de este momento como se «supone» que deberíamos hacerlo.
Es importante aprender a tolerar el sufrimiento y aceptar que no siempre nos vamos a sentir bien, y no añadir más presión con pensamientos que nos dicen que no deberíamos sentir lo que estamos sintiendo. No escogemos cómo nos sentimos y culparnos por ello nunca es una buena idea, solo va a aumentar el malestar.
Acostumbramos a creer que preocuparnos por las cosas y darles vueltas a los temas nos puede ayudar a encontrar soluciones, pero la realidad es que dar vueltas a las cosas continuamente de manera casi obsesiva sirve de poco y, de hecho, nos hace más vulnerables a la ansiedad y la depresión. Intenta evitar dedicar mucho tiempo a pensar en todo lo que puede ir mal y cuando te descubras haciéndolo, procura generar un pensamiento alternativo más realista, basado en los hechos y no tanto en los miedos, centrándote en lo que está pasando ahora y no en todo lo malo que podría ocurrir. Seguro que hay muchas cosas buenas que también están pasando. Piensa en recordártelas.
Si descubres que has entrado en bucle, sal, ves a dar un paseo, una caminata o haz algo de ejercicio físico.
Comparte lo que sientes con alguien de confianza. Poner palabras a tus pensamientos ayuda a estructurarlos y organizarlos.
Si no sabes con quien compartirlo también te puede servir escribir.