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¿Qué debemos tener en cuenta sobre la conexión con nuestros hijos e hijas adolescentes?

Marta Pardo
Marta Pardo Gallego
Psiquiatra Infantil y Juvenil. Jefa Clínica del ámbito de alternativa a la hospitalización.
Hospital Sant Joan de Déu Barcelona

La adolescencia es una etapa crucial e imprescindible de la vida humana. Es el periodo en el que se suceden todos aquellos cambios físicos y cerebrales para prepararnos a realizar la transición de la infancia a la vida adulta. A nivel cerebral, el cerebro del adolescente atraviesa una etapa de mayor actividad y desarrollo: se generan nuevas conexiones y se seleccionan y consolidan aquellas que son más funcionales y eficientes para prepararnos para pasar a la edad adulta.

Estos cambios cerebrales se dan sobre todo en tres áreas cruciales que durante la adolescencia se encuentran más activadas o menos para adaptarse a su maduración y preparación para la vida adulta.

  • La corteza prefrontal; es la que se gestiona las funciones ejecutivas como son la capacidad de organización y planificación, anticipación de consecuencias y, por tanto, nos prepara para el pensamiento reflexivo y crítico para la toma de decisión ajustadas para conseguir nuestros objetivos. En el adolescente, esta corteza se encuentra poco activada todavía, lo que puede explicar comportamientos menos reflexivos e impulsivos y la toma de decisiones en ocasiones desajustadas. Todo ello, es necesario para que el adolescente pueda exponerse a nuevos retos, es necesario para poder aprender a afrontar situaciones nuevas e ir aprendiendo de ellas, desarrollando su propia autonomía.
  • El sistema límbico; en el que se gestionan las emociones. En el adolescente se encuentra especialmente activado, presentan una mayor hiperreactividad emocional; esta «montaña rusa» emocional que tanto nos puede descolocar a las personas adultas. Se trata también de una preparación para la vida adulta y el afrontamiento de nuevas amenazas y retos sin la protección de sus progenitores. Esto implica que su sistema de alerta y alarma esté más sensible. Para garantizar su seguridad necesitan tener estas emociones a flor de piel. Como personas adultas esto lo podemos observar cuando se indignan o saltan a la mínima, se sienten amenazados, criticados o atacados…mantengamos la calma, están desarrollando estas respuestas de seguridad para auto protegerse solos. ¡Esta situación, sumado a la menor capacidad de sus funciones ejecutivas para la reflexión, menudo coctel!
  • El sistema de recompensa; este sistema se encuentra más activado también durante la adolescencia; implica la necesidad de buscar sensaciones intensas gratificantes, pero a diferencia que ocurre durante la infancia, las mayores recompensas van a ser las que vengan de su entorno social; sentirse valorado por los iguales va a ser la mayor de las gratificaciones, ya que somos seres sociales y las relaciones con otros, el apoyo y la cooperación con cruciales para nuestra supervivencia. Muchos estudios han evidenciado que el aislamiento, soledad o sentimientos de marginación o rechazo generan un elevadísimo nivel de estrés que en estas etapas puede tener efectos negativos muy significativos en su desarrollo. Este estrés por falta de estimulación de la recompensa social tan necesaria genera un estado emocional todavía más alarmante y de amenaza al sistema límbico que se hiperactiva más en su modo alerta generando reacciones emocionales más intensas y negativas que a su vez el córtex prefrontal no puede regular y reflexionar.

Desde esta comprensión, ante un adolescente hostil, lleno de rencor, ira y conductas hostiles e incluso agresivas, deberíamos ver a un adolescente sufriendo, con mucho malestar emocional, sensación de falta de apoyo y soledad.

La adolescencia representa un gran reto adaptativo. Es la oportunidad de nuestros hijos e hijas para empezar a construirse, tomar consciencia de cómo son, cómo les ven o consideran, qué cosas les gustan y satisfacen del mundo que les rodea y aquellas que no. Es una etapa en la que se irá construyendo su propio criterio, que podrá ir cambiando y modificando según las experiencias de éxito y de fracaso. 

Este puede ser un periodo de estrés y crisis, para ellos mismos, pero también para los padres. Para muchas familias puede resultar también un momento de confusión, de tensión o frustración, donde las estrategias que funcionaban dejan de hacerlo, o se vive con mayor angustia no tener tanto el control sobre los hijos. 

Las neurociencias nos han demostrado que la adolescencia es una ventana muy sensible al cambio, y, por tanto, sigue siendo una gran oportunidad para el aprendizaje.

Es por ello que es clave seguir ofreciendo un entorno familiar seguro, estructurado, de confianza e incondicionalidad a un adolescente que se va conociendo mejor, va practicando sus habilidades socioemocionales y se va enfrentando al mundo de forma más autónoma, con momentos de malestar que son necesarios atravesar y de los que puede salir fortalecido.

Los padres y madres deben ir gestionando un equilibrio entre dejar que el adolescente ejerza su autonomía y, a la vez, mantener un marco de supervisión y gestión de límites seguros. Se trata de ir regulando y encontrando esa distancia de seguridad necesaria para que el adolescente vaya adquiriendo sus habilidades de autogestión para la vida.

En todo este contexto de cambios y retos los adolescentes necesitan sobre todo dos cosas: apoyo emocional y estímulo.

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Marta Pardo
Marta Pardo Gallego
Psiquiatra Infantil y Juvenil. Jefa Clínica del ámbito de alternativa a la hospitalización.
Hospital Sant Joan de Déu Barcelona
madre e hija adolescente
Madre e hija adolescente