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Artículo

El origen y la evolución de los clubs sociales en Cataluña

Un espacio comunitario integrado y abierto a la ciudadanía
Carles Bonete Bayón

Carles Bonete Bayón

Trabajador social. Responsable de programas sociocomunitarios
Federació Salut Mental Catalunya
Club social SM Catalunya
Imagen cedida por Salut Mental Catalunya

Resumen

El club social es un servicio especializado en salud mental comunitaria, dirigido a personas con problemas de salud mental a partir de los 18 años... ¿O es algo más? Adaptativo, flexible y dinámico, ha evolucionado per se actuando como reflejo de la comunidad, las personas y la vida que le rodea, ofreciendo una mirada y perspectiva sobre la salud mental amplia y singular.

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El club social es un servicio social especializado dirigido a personas que, debido a un trastorno mental, tienen dificultades en su inclusión social y comunitaria. Este servicio tiene como finalidad fomentar el mantenimiento de los vínculos afectivos y de relación con el entorno, generando espacios que posibiliten la adquisición de habilidades y competencias personales mediante la ocupación significativa del tiempo libre [...]. De esta forma define la Orden BSF/186/2015, de 5 de junio, el servicio de club social para personas con problemática social derivada de un problema de salud mental (aunque en la orden se expresa como enfermedad mental).

En Cataluña, no es hasta la década de los años 80 que se empiezan a desarrollar todo un conjunto de experiencias similares a las del club social vividas en Inglaterra durante la década de los 70, a través de las asociaciones de familiares de personas con problemas de salud mental y, por entidades de profesionales de la salud mental.

Entendidos como servicios especializados en el ámbito de la salud mental, los clubs sociales en nuestro territorio encuentran su origen en la necesidad detectada desde las organizaciones de encontrar espacios donde las personas con problemas de salud mental vinculadas al tejido asociativo pudieran relacionarse con otros, disfrutar de su tiempo de ocio y establecer relaciones sociales con su comunidad cercana.

Todo ello, en un momento en que la red de servicios comunitarios en salud mental era limitada, escasa y con gran dificultad de acceso.

Por tanto, hablamos de una época donde gracias a la organización asociativa, la voluntariedad y el esfuerzo de las familias y los profesionales se generan espacios donde se produce algo clave: la socialización, el reconocimiento y la vida cotidiana.

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El modelo de recuperación, un cambio de paradigma en el abordaje de la salud mental

En nuestro territorio, en 1982 y 1983, respectivamente, aparecen las primeras experiencias de club social: se pone en funcionamiento el Club Social vinculado a AREP, y posteriormente el Club Social l'Oreneta, vinculado al Hospital de día del CPB, entidad que también desplegaría 3 clubes sociales más en el territorio de Barcelona.

Entrada la década de los años 90, asociaciones de familiares y entidades profesionales como La Llum (Mollet del Vallès), Tu Tries (Mataró), El Turó (Vilafranca del Penedès), Joia (Barcelona), Tres Turons (Barcelona), Centre d’Higiene Mental (Barcelona), fueron, entre otros, impulsores de experiencias similares al modelo de club social.

Sin embargo, no es hasta el año 2002 que se impulsa desde el sector público la implementación territorial del servicio, y no es hasta el 2015 que se elabora y se publica la orden BSF/186/2015, que es la que actualmente lo regula.

¿Quién puede acceder a los clubes sociales?

Según esta orden, los requisitos de acceso que deben acreditar las personas que desean acceder al servicio son los siguientes:

  • Cumplir criterios de trastorno mental acreditado mediante informe de un profesional del ámbito de salud mental.
  • Tener más de 18 años.
  • Tener la residencia en un municipio de Cataluña y, para las personas extranjeras, cumplir los requisitos que establece la normativa vigente de extranjería y de acogida e integración de las personas inmigradas.
  • Estar en un período de estabilidad clínica de su enfermedad y mantener una motivación y autonomía suficientes para realizar las actividades propias del servicio, que debe acreditarse mediante un informe firmado por el profesional que coordina el servicio.

Mejorar la socialización

En esta orden, el objetivo y la finalidad del club social debe ser la de «promover un incremento de la socialización y, por tanto, de la autonomía personal y de la calidad de vida». Y las funciones a desempeñar para poder conseguirlo son:

  • Mantenerse como alternativa eficaz de apoyo social.
  • Potenciar y favorecer la utilización autónoma de los recursos de ocio y culturales que la comunidad ofrece a los ciudadanos.
  • Potenciar la participación en actividades asociadas al bienestar y a la satisfacción personal.
  • Promover la creación de vínculos afectivos, de amistad y de ayuda mutua entre las personas atendidas.
  • Estimular el interés y la motivación en la realización de actividades, con el fin de superar la tendencia al aislamiento y la pasividad.
  • Desarrollar roles y empleos socialmente significativos.
  • Colaborar en el proceso de atención integral de la persona atendida incluyendo, en su caso, la vinculación a un servicio o un profesional de salud mental y el tratamiento.
  • Sensibilizar el entorno comunitario inmediato para favorecer la participación activa de la persona usuaria del club social en actividades y recursos propios de la comunidad.
  • Fomentar valores de convivencia, inclusión y socialización de la población en general, y potenciar el club social como un servicio activo dentro del municipio.

Autonomía personal, bienestar y vínculos destacan entre estas funciones como herramientas y a la vez objetivos del club social. Sin embargo, la orden del 2015 responde a una parte de la realidad de los clubs sociales en la actualidad, pero lo cierto es que la gran particularidad y propuesta de valor del servicio es que evoluciona y se desarrolla de acuerdo con la realidad actual de cada momento, de acuerdo con las necesidades de las personas según el contexto social, cultural y económico global, pero también de su comunidad cercana, lo que interpela de forma directa en la metodología de trabajo, el perfil de personas atendidas y la perspectiva de futuro del club.

Angel García_deporte

Ángel González Martín

Deportista. Usuario del Club Social Cap Endavant
Arep per la salut mental

Todo esto, partiendo de la perspectiva comunitaria, de la persona como eje central de toda actuación y de la visión de la salud mental de forma amplia, no restringida a un diagnóstico ni a un ámbito de actuación concreto.

En la actualidad, como llevamos defendiendo desde Salut Mental Catalunya, y tal y como expresan desde Clubs Socials En Acció (agrupación de 23 clubs sociales de toda Cataluña con un funcionamiento autogestionado), el club social es, además «un espacio comunitario de encuentro, de creación de vínculos en el que desarrollarse a nivel personal, humano, de relación, en y como sociedad. En el que todas las personas participantes, profesionales, vecinas, entidades del territorio y entorno sociocultural somos agentes activos, construyendo entre todas un tejido de acompañamiento y soporte mutuo. [...] no nos concebimos como un servicio aislado sino como una parte más de la red que conforma un proyecto vital, poniendo en valor la expresión de la singularidad en y como parte más de la comunidad».

Un elemento de engranaje social en la comunidad

Teniendo presente estas dos definiciones, el valor que encontramos es que el servicio de club social, actualmente, trapasa el ámbito del trastorno mental severo, su intervención va más allá de la socialización y el aumento de la autonomía personal y rompe la idea de ser únicamente un servicio dentro de la red de salud mental comunitaria para identificarse como un engranaje social en la comunidad, que acoge varias miradas, realidades y vivencias; sin olvidar su origen y razón de ser.

Para ello sigue trabajando mediante una herramienta fundamental para la intervención, el Plan de Intervención Individualizado (PII), que establece los objetivos y las acciones planteadas, acordadas y consensuadas con la persona beneficiaria. Según define la orden, sigue estableciendo actividades internas realizadas en el espacio físico del club, actividades externas, en el seno de la comunidad, y actividades autoorganizadas y autogestionadas por las personas beneficiarias del servicio.

La evolución del club como engranaje comunitario ha significado un cambio de mirada. Tradicionalmente, era visto, por la red de servicios, por la comunidad e incluso por las propias entidades gestoras, como un espacio en el que se realizan actividades e intervenciones y donde se invita a participar: desde dentro se invita a entrar.

La actualidad nos muestra que el club social también dispone de la capacidad y presencia suficiente para participar y hacer partícipe a la comunidad, para establecerse en espacios donde se desarrolla la vida cotidiana, donde se establecen las relaciones del día a día, y de esta forma aumenta exponencialmente su impacto de intervención, prevención y sensibilización en salud mental, tanto en las personas vinculadas al servicio como en la ciudadanía en general.

Esto comporta que, de forma indirecta, también dé un servicio público de alcance general, ofrezca una respuesta a necesidades del colectivo de personas con problemas de salud mental pero también facilite alternativas de espacios relacionales y de participación social en las entidades de su territorio, en las entidades vecinas, las escuelas, los casales de gente mayor y de gente joven, las entidades de voluntariado y todo el conjunto de asociaciones y agrupaciones de personas que conviven en comunidad.

Por tanto, también traspasa la orden en su capacidad de atención determinada en base a dos módulos de atención (Módulo A: de 15 a 30 personas beneficiarias a la semana; Módulo B: de 31 a 70 personas beneficiarias a la semana), atendiendo de forma directa o indirecta a un sector de población más amplio, diverso y heterogéneo.

Así pues, nos encontramos con un servicio y un modelo de atención singular, cambiante, adaptativo y flexible a la realidad que le rodea. Con un marco normativo sencillo que deja las puertas abiertas a la creatividad, el ingenio y la construcción colectiva. Se representa como el espejo del territorio al que pertenece, toma su esencia y participa ofreciendo alternativas y oportunidades.

Un claro ejemplo de cómo desde la singularidad impacta en la comunidad.