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Dra. Rosa Díaz. Psicóloga Clínica. Programa de Conductas Adictivas en Adolescentes. Servicio de Psiquiatría y Psicología Infantojuvenil. Hospital Clínic de Barcelona

«Más que prohibir las pantallas, se trata de establecer unas reglas de uso»

Marta Aragó
Marta Aragó Vendrell
Periodista. Coordinadora de contenido
SOM Salud Mental 360
Rosa Díaz

¿Qué significa ser adicto a una pantalla? ¿Utilizamos esta palabra en exceso?

«Existen unos criterios concretos para diagnosticar una adicción, que están descritos en los manuales diagnósticos de los trastornos mentales, en el DSM 5 y en la CIE-11, que han ido incorporando en los últimos años las adicciones comportamentales relacionadas con los videojuegos. Además de un uso intensivo, debe haber también una dificultad para controlar ese uso, a pesar de tener conciencia de las consecuencias negativas que ha ocasionado. Esto lleva a la persona a tener comportamientos alterados e, incluso, a abandonar las actividades cotidianas que son adaptativas para la vida, como acudir a la escuela o al trabajo, relacionarse con los amigos o la familia o comer o dormir a las horas que toca.

Cuando se cumplen estos criterios, podemos decir que se ha desencadenado una adicción, porque ha habido una alteración en el sistema de recompensa del cerebro y éste ha cambiado su manera de gratificarse. Muchas veces, y en el caso de los niños y adolescentes aún más, estas conductas adictivas se inician como un refugio ante un malestar emocional o una dificultad previa en la relación con los padres, en la adaptación académica o social o bien en respuesta a un acontecimiento estresante o traumático. Y en numerosas ocasiones, aunque no siempre, la dificultad en el control del uso de pantallas está relacionada con un trastorno mental de base.

Pero es verdad que sobreutilizamos la palabra adicción. En el caso de las pantallas, y especialmente cuando se trata de niños y adolescentes, es preferible hablar de «riesgo de adicción» o de «conductas potencialmente adictivas», ya que en estos grupos de edad suele haber otros factores que explican el uso descontrolado y, en la mayoría de los casos, aún no se ha acabado de desarrollar una verdadera adicción».

En vuestro programa veis muchos casos de niños y adolescentes con adicciones comportamentales. ¿De qué tipos suelen ser? ¿La tecnología está ganando terreno cada año?

«A nosotros nos derivan casos graves de adicción que precisan una intervención más intensiva de la que se puede ofrecer en los centros de salud mental infantojuvenil. Habitualmente, se trata de casos complejos en los que suele haber comorbilidad con otros trastornos mentales. Seguimos viendo más casos de adicción a las drogas que adicciones comportamentales, pero, a partir de 2005, en que se inició el programa, han ido aumentando progresivamente los casos de adicciones comportamentales, fundamentalmente los problemas relacionados con el uso de videojuegos, porque son muy gratificantes y están diseñados para enganchar al usuario. También vemos con cierta frecuencia problemas relacionados con el uso de las redes sociales, el visionado compulsivo de videos y series y algunos casos de inicio de juego patológico (apuestas deportivas online sobre todo).

Muchos de los niños y adolescentes que vemos tienen dificultades en la escuela y en la relación con sus padres y sus compañeros, de manera que se refugian en algo gratificante como los videojuegos

Los niños y adolescentes son muy vulnerables en general a las adicciones, porque su cerebro está aún en desarrollo, y los que tienen algún trastorno mental son una población de especial riesgo. Muchos de los niños y adolescentes que vemos tienen fracaso escolar y dificultades para relacionarse con sus padres, sus profesores o sus compañeros, de manera que se refugian en algo gratificante como los videojuegos, que les hace sentir bien porque es algo en lo que son hábiles y les permite relacionarse con gente que les valora. Y así se genera un círculo vicioso: sus problemas de salud mental le llevan al sobreuso y ese sobreuso también tiene repercusiones sobre su salud mental, ya que no les permite desarrollar las habilidades cognitivas y socioafectivas que deberían ir aprendiendo en esas edades, y acaban con problemas importantes de adaptación a la vida cotidiana y con una gran probabilidad de desarrollar una adicción».

Más allá de la adicción, el uso inadecuado de las pantallas puede ser la puerta de entrada a la pornografía, a mensajes inapropiados en redes sociales, a apuestas online o a videojuegos violentos, y esto puede impactar de manera negativa en su salud mental ¿Debemos protegerlos? ¿Cómo?

«El mal uso de las pantallas y la exposición a determinados contenidos al que los menores pueden acceder a través de ellas puede ocasionar problemas de salud mental, por supuesto, sobre todo en jóvenes vulnerables. Además, a según qué edades los menores no tienen criterio ni consciencia para saber qué es verdad y qué no, o qué información o actividades pueden ser perjudiciales para su adecuado desarrollo cognitivo y socioafectivo.

Evidentemente, debemos cuidarlos y protegerlos, pero no debemos ser alarmistas hasta el punto de hacer propuestas extremas como la prohibición del acceso al móvil hasta los dieciséis años, ya que los jóvenes de hoy han nacido y crecido en la era digital y ya han tenido acceso a esos dispositivos, y es muy probable que nos encontremos con mucha resistencia y enfado por su parte.

No debemos ser alarmistas hasta el punto de hacer propuestas extremas como la prohibición del acceso al móvil hasta los dieciséis años.

Es cierto que durante su desarrollo debemos proteger a los niños del exceso de pantallas y que en la primera infancia hay que evitarlas y priorizar otro tipo de actividades más sensoriales, sociales y afectivas, pero hacia los 4-6 años se pueden ir introduciendo, eso sí con muchísimo control y siempre acompañados, sin dejarles usarlas a ellos solos. A partir de los seis años, les puedes dejar ya algún ratito que jueguen, que vean algunos vídeos, siempre muy controlados (para ello existen los programas de control parental), y, sobre todo, ir educándoles en el buen uso de las tecnologías y supervisándoles, tanto desde la familia como en la escuela. En mi opinión, hacia los 12-14 años se podría permitir el uso muy controlado de un móvil sencillo (con la firma de un contrato de uso saludable), e ir incrementando las utilidades del aparato en función de la madurez que vaya demostrando el menor a la hora de utilizarlo».

Últimamente se habla de prohibir o restringir el uso de algunos dispositivos en espacios concretos o según a qué edades. ¿Crees que es una buena medida?

«A mí me gusta más hablar en positivo, y, más que prohibir, diría que se trata de definir unas «reglas de uso» e ir permitiendo poco a poco que los menores vayan introduciéndose en el uso de las tecnologías, de una manera similar a como les enseñamos a utilizar unas tijeras, una bicicleta, un microondas y, en general, cualquier aparato potencialmente peligroso si no se aprende a usar adecuadamente. Es decir, en vez de prohibir, ir dando permiso paulatinamente, en positivo. Un modelo restrictivo o prohibitivo no fomenta el aprendizaje ni genera cambios de conducta. Es imprescindible promover un modelo de acompañamiento digital. Creo que el acceso a las tecnologías debe ser progresivo, guiado y supervisado, teniendo en cuenta las edades recomendadas de uso, pero también la madurez del menor y sus necesidades, tal como hemos recogido en el comunicado que hemos redactado un grupo de profesionales de la psicología clínica especializados en adicciones comportamentales. 

En vez de prohibir, se trata de ir dando permiso paulatinamente y según la madurez de la persona. Un modelo prohibitivo no fomenta el aprendizaje ni genera cambios de conducta. 

Sin embargo, todo lo anterior implica que haya ciertas restricciones, tanto en casa como en la escuela, con horarios de uso, control parental, imposición de límites, etc., pero las prohibiciones deben tener una buena justificación para que los jóvenes las acepten. Por otro lado, creo que debemos escuchar más a los menores para poder imponer esos límites y negociar las reglas de uso cuando sea conveniente. Deberíamos poder ponernos en su lugar y adaptar las normas a medida que vayan demostrando madurez y un uso adecuado. Al fin y al cabo, hemos sido nosotros, los adultos, los que les hemos metido en este lío, los que hemos diseñado todos estos dispositivos y aplicaciones, y los que les hemos permitido, sin ser demasiado conscientes, que ellos tuvieran acceso muy precozmente. Ahora que somos más conscientes de la problemática que se ha generado, creo que debemos movilizarnos para controlarlo, pero no nos quedemos en darle vueltas a lo que tendría que ser, pongámonos de acuerdo, oigamos todas las voces y lleguemos a un consenso. No olvidemos que debemos escucharles también a ellos, porque si solo les imponemos nuestro criterio, no lo vamos a conseguir».

¿Cómo podemos empezar a hacer este trabajo de prevención cuando vivimos en una sociedad sobredigitalizada? ¿Qué agentes deben implicarse?

«Para empezar, a pesar de que es necesario reflexionar sobre la sobredigitalización de nuestra sociedad, no debemos demonizar la tecnología digital, pues nos ha tocado vivir en esta época y, además, la tecnología tiene una tremenda utilidad. Lo que debemos hacer es buscar un equilibrio, integrar las nuevas tecnologías con sentido común. Aunque nos cueste un gran esfuerzo, los padres debemos educar a los niños y adolescentes en el buen uso de las pantallas, pero sobre todo educándonos a nosotros mismos, siendo un buen ejemplo, siendo conscientes de qué tipo de uso hacemos nosotros del móvil, del ordenador, del televisor…

No olvidemos que debemos escucharles también a ellos, porque, si solo les imponemos nuestro criterio, no lo vamos a conseguir.

La escuela también tiene un gran papel en la educación digital. Desde el principio de la educación primaria, el buen uso de las pantallas y las tecnologías de la información y la comunicación debería ser una asignatura transversal. Me parece lógico que las escuelas tengan restricciones para el uso libre de móviles y otros dispositivos electrónicos que pueden interferir en el aprendizaje y las relaciones entre profesores y alumnos. De hecho, ya se está intentando regular, aunque entiendo que es muy complejo tener en cuenta tantos puntos de vista diferentes.

Por último, los profesionales especialistas en estos temas tenemos un poco la obligación de enseñar, tanto a los jóvenes, como a los profesores y a las familias, cuál es la mejor manera de proceder para lograr ese buen uso de las pantallas del que hemos hablado. Para lograr convencer a los jóvenes de que acepten las reglas propuestas, se les debe explicar nuestras razones y que nuestro interés es protegerles y no coartar su libertad sin motivo». 

En este comunicado solicitáis a la Administración que se implique en la prevención, pero también que establezca una regulación clara dirigida sobre todo a la industria tecnológica y a las empresas de creación de contenidos. ¿Crees que una medida importante para abordar esta problemática?

«Efectivamente, la Administración debe jugar un papel importante en todo esto. Precisamente ese es el propósito del comunicado que hemos impulsado. Por un lado, pedimos a la Administración que se implique en la realización de campañas informativas y preventivas. Por otro lado, que favorezca la formación de las familias y los educadores en competencias digitales que les permitan educar mejor a los jóvenes en el buen uso de las tecnologías. Además, que regule en general el uso de las TIC y garantice la implementación de un código ético por parte de la industria tecnológica que impida el uso de técnicas y estrategias que puedan generar problemas de salud mental y adicción, tanto en videojuegos, como en redes sociales, plataformas, aplicaciones, etc. También debe instar a la industria tecnológica y a las empresas de contenidos a adoptar medidas de control y a cumplir con las regulaciones. Por último, también solicitamos que potencie la investigación en este ámbito y permita a los expertos asesorarles sobre las directrices a seguir.»

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 18 de Marzo de 2024
Última modificación: 19 de Marzo de 2024

La doctora Rosa Díaz es testigo desde hace más de veinte años del incremento de las adicciones comportamentales relacionadas con la tecnología en el Programa de Conductas Adictivas en Adolescentes del Hospital Clínic de Barcelona, una problemática compleja en la que intervienen factores muy diversos.

Más allá de la adicción, que se da en casos que siguen criterios muy concretos, el impacto que el uso inadecuado de las pantallas tiene en la salud mental de los niños y adolescentes preocupa más que nunca a las familias, a la comunidad educativa y a los sectores sociales.

Ante un discurso que consideran un tanto alarmista y que puede generar confusión a la sociedad, un grupo de profesionales de la psicología clínica especializados en adicciones comportamentales ha redactado un comunicado en el que, lejos de demonizar las tecnologías y prohibir su uso, proponen medidas de prevención y acompañamiento digital y solicitan a la Administración que establezca una regulación que se pueda cumplir, y en la que participen tanto los profesionales como los adolescentes. Hablamos con la doctora Díaz de todo ello.