No todos los usos problemáticos son adicción. Características como la sobreutilización, el exceso de tiempo invertido o la compulsividad no responden siempre a los criterios de adicción, y pueden ser propias de la adolescencia digital. Pero no podemos pasarlos por alto cuando estos causan malestar significativo en la vida diaria de una persona, por las consecuencias negativas que tiene para ella y para su entorno.

Los signos que podemos asociar a una adicción a la tecnología son similares a los que ocurren en las adicciones a les drogas:

• La dependencia: Un fuerte deseo o compulsión para continuar realizando la actividad que proporciona placer o sentimiento de bienestar.
• La tolerancia: Un estado de adaptación que se caracteriza por la disminución de la respuesta de placer con la misma cantidad de actividad. Cada vez necesitan dispositivos más equipados, más aplicaciones o más horas para sentirse bien.
• El síndrome de abstinencia: Cuando no pueden estar conectados o dedicarle todo el tiempo que desean, pueden sentir malestar, rabia, tensión o sentimientos de ansiedad
• La pérdida de control: La conducta tiende a ser cada vez más frecuente, la persona no puede limitar el tiempo de uso de las tecnologías y, como consecuencia, deja de realizar actividades básicas de la vida diaria, como comer o dormir.
• La negación del problema: La persona no vive su comportamiento de adicción a la tecnología como un problema y, por lo tanto, lo niega o miente en relación a las horas que está conectado.
• El abandono de otros intereses que antes eran para ellos importantes, como actividades deportivas, de ocio, etc.
• Presencia de un deterioro o malestar significativo que afecta a la vida diaria. Se puede observar a nivel  familiar (discusiones frecuentes…), social (aislamiento…), escolar (bajo rendimiento, absentismo), personal (sentimientos de soledad, baja realización personal…). Aunque es consciente de este malestar no se siente capaz de controlar su conducta.