Persona con experiencia en TCA
«No quiero volver atrás, quiero seguir evolucionando»

Recuperarse de un trastorno de la conducta alimentaria es un proceso largo, duro y complicado, en el que pueden sucederse las recaídas y en el que muchas veces a las personas afectadas les cuesta ver el final. La experiencia de Taha Zitan es una muestra de esta lucha por superar una enfermedad que, como todas, deja cicatriz.
«Ingresé en tercero de la ESO y no salí hasta el cuarto trimestre de cuarto de la ESO, es decir, prácticamente no viví la secundaria», explica Taha, que tuvo una anorexia nerviosa purgativa que le alejó de la escuela y de los amigos en plena adolescencia. «Fue muy duro para mí, pero si miro atrás veo que esos meses de tratamiento me salvaron la vida. Fueron meses de crecimiento personal que te permiten entender y cerrar una etapa muy complicada, pero que al final suma en la mochila que llevamos todos».
No fue el fondo, sino la forma en la que decidí perder peso de manera drástica lo que me llevó a desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria.
Taha pasó de estar en obesidad mórbida a tener infrapeso en pocos meses. Lo que en un principio fue una intención de bajar peso con una supervisión profesional, se convirtió poco a poco en una conducta enfermiza, que le llevó a desarrollar un TCA, con restricciones alimentarias y conductas purgativas: «No fue el fondo, sino la forma en la que decidí perder peso de manera drástica, hasta desarrollar conductas y patrones enfermizos y perder el control de mí mismo. Estuve cuatro meses sin ver al especialista y cuando me vio me derivó al hospital, y eso me salvó de algo peor, pues me ingresaron de manera urgente».
La recuperación: del colaboracionismo a la resistencia
El tiempo es clave en la recuperación de un trastorno de la conducta alimentaria. «Cada día te pones una pequeña meta para llegar a tu objetivo final, que en mi caso era salir de la hospitalización y tener una vida normal». Y en este proceso de recuperación Taha valora la labor del hospital de día, que «te permite hacer frente a la realidad que te espera fuera de manera paulatina, sin caer en el precipicio». Y es que uno de los mayores retos en este día a día son las posibles recaídas.
En este largo camino, este joven universitario distingue tres fases: «Hay una primera fase en la que niegas tener una enfermedad; una segunda, la más complicada, en la que reconoces que tienes una enfermedad, pero lo ves algo positivo y te conviertes en colaboracionista, la ves como una compañera de trayecto con la que quieres continuar porque te satisface o porque te da miedo lo demás; y una tercera fase en la que piensas que no te conviene esa compañera, chocas con la enfermedad y se convierte en la enemiga a abatir. La que pensabas que era tu amiga, resulta que es tu enemiga».
Ves a tu enfermedad como a una compañera de trayecto con la que quieres continuar porque te satisface, hasta que te das cuenta de que es tu enemiga.
Tras pasar por estas fases, y con varias recaídas por el camino, Taha se siente recuperado, con una vida que le satisface y muchos proyectos de futuro. Valorar lo que tiene ahora le hace ser consciente de lo que significaría volver atrás y le empuja a seguir evolucionando. La cicatriz que le ha dejado esta enfermedad es para él positiva, «es como alguien que ha pasado una enfermedad dura y luego tiene inmunidad, pues mi cuerpo ahora sabe identificar si hay algún problema y ponerme en alerta».
El mensaje de Taha para las personas que puedan estar pasando por una situación parecida es claro y evidente: «De esto se sale y cuando uno sale disfruta mucho de la vida porque ha visto la otra realidad». En este sentido, la perspectiva del tiempo le permite afirmar: «Por un lado, me arrepiento de haber tenido esta enfermedad, porque es muy dura, pero también soy consciente de que todo lo que me ha aportado este duro camino me ha permitido ser la persona que soy ahora mismo».
Si sufres y te sientes solo/a, llámanos al 682 900 500 o al 93 414 48 48
Siempre encontrarás una voz amiga

Taha Zitan tiene 18 años y está estudiando el doble grado de Derecho y Relaciones Internacionales en Estrasburgo. Tres años después de haberse recuperado de una anorexia nerviosa, Taha siente que ha dejado atrás una enfermedad que le impidió seguir con su cotidianidad adolescente con tan solo 15 años. Eso sí, la experiencia vivida le ha dado herramientas para detectar conductas o patrones que le llevaron a desarrollar este trastorno en el pasado.